Entre samurais, fantasmas de largos cabellos y héroes del anime sigue siendo difícil perderse ante el amplio campo del melodrama nipón, y no sólo del actual sino del que nos separa casi un siglo. Pero frente a la riqueza de este género no deja de resultar una propuesta tan curiosa como arriesgada la recuperación de " Historia de un vecindario", obra poco conocida de uno de los grandes, Ozu, no sólo restaurada, sino que llega por primera vez (fuera de festivales y muestras) a la gran pantalla a nuestro país desde su estreno en Japon en 1947.
"Historia de un vecindario" parte de una premisa sencilla. En un barrio en plena posguerra un vecino encuentra a un niño perdido que apenas sí pronuncia palabra. Ante la negativa por parte de su compañero de vivienda de albergarlo por una noche consiguen endosarle, a pesar de la reticencia de esta, el infante a otra vecina. Y a pesar de sus intentos por encontrar al padre del menor, con el que intenta establecer distancias, todo parece apuntar a que este no se ha perdido sino que ha sido abandonado. Pero como cualquier aficionado al séptimo arte supone esta relación va a evolucionar hasta un desenlace que aun previsible consigue resultar emotivo. Nos encontramos ante una historia de personajes, con un trasfondo de drama pero un importante espacio para la sonrisa. Una trama sin estridencias que nos arrastra con unos protagonistas llenos de matices que van a ir cambiando a lo largo del desarrollo, con ese niño que poco a poco recupera el habla y la sonrisa y esa mujer que pasará de huraña a mucho más. Por no mencionar a esos secundarios entre lo irritante y lo entrañable como ese vecino poco amigo de los niños con auténtico talento para las trampas.
"Historia de un vecindario" es una película de matices. Unos diálogos con chispa y escenas que hoy a ojos contemporaneos adquieren cierto tinte surrealista (la visita al zoo), unidos a una cámara que no invade el espacio en el que se mueven los personajes, sino que se introduce con naturalidad en sus vidas, en unos encuadres tan sencillos como cuidados dan forma a una fábula amable que deja un agradable poso agridulce. Con un fuerte tono clásico y una fortaleza reside en su sencillez y naturalidad este es uno de esos films que conquista poco a poco. Una gran oportunidad para descubrir o volver a descubrir a un director que sabe perderse en las pequeñas cosas para descubrir aquello realmente importantes.
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