Nunca dejaré de pensar lo increíble es que, habiendo tantas y tantas películas sobre la II Guerra Mundial, las pocas que hay en comparación sobre la I. Asunto más sangrante todavía si tenemos en cuenta lo poquito que se ha aprovechado el centenario del final del conflicto que se ha cumplido este 2018 que ya dejamos atrás. Sin embargo este 2018 si nos ha dejado la más que recomendable Alto el fuego a la que, ya pasado el centenario viene a sumarse una original aproximación a la contienda, El collar rojo.
La etiqueta de película para amantes de los animales, que podría hacernos pensar de entrada en otra película con bicho ambientada en la I Guerra Mundial como es la fallida Caballo de batalla) es quizás las más visible de una cinta que empieza conquistándonos con la fidelidad de un animal (un gran perro negro que no se mueve de la puerta del edificio en el que está detenido su amo) pero que pronto nos presenta un misterio que no se resolverá hasta práticamente el final de la trama, el de las circustancias que han llevado a este a estar preso y en espera de juicio.
La cinta nos llevará entonces al periplo de ambos, can y humano, por los campos de batalla, un viaje ni demasiado explícito ni sangriento, con apuntes tan curiosos como la referencia a la abdicación del zar, y que irá alternando con la vida privada de un hombre forzado a abandonarla abruptamente tras ser reclutado. Una trama intimista que aunque en ocasiones parezca presentarse excesivamente acelerada (el comienzo del romance: todo un relámpago) nos ayuda más a conocer a un personaje cuyo pecado parece ser el orgullo ante la calma presentada por el coronel enviado a interrogarle, consiguiendo despertar la curiosidad de un espectador que descubre como poco a poco empieza a interesarse tanto por la historia del amo como por la del animal.
El collar rojo es una película de hermosa factura, con una cuidada dirección artística y un eficaz equipo de actores (entre los que sobresale el familiar rostro de François Cluzet). Una película sencilla, que ni revolucionará el género del cine bélico ni del cine con animales pero bien hecha y que se ve con agrado, algo a lo que también contribuye el buen ritmo de un guión que sabe ir al grano (con una duración que apenas si llega a la hora y media). Una historia que sabe lidiar entre lo amargo y lo dulce, demostrando como en la adversidad el perro sigue siendo el mejor amigo del hombre.
El collar rojo llega a las pantallas españolas el 4 de enero.
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