Legos del Monigotorium

martes, 19 de enero de 2016

OCHO VAQUERITOS

Hay películas de las que uno oye hablar tanto, tanto que parece mentira cuando estas se hacen realidad...es más, algunas nunca llegan a meter el pie dentro de la dimensión física y permanecen como sueños rotos y abandonados destinados a ocupar un lugar de oro en medio de las numerosas leyendas urbanas que revolotean sobre el universo cinematográfico. Durante un tiempo ese parecía ser el destino de la película que nos ocupa hoy, un guión robado a unos creadores que en tales condiciones se negabana a sacarlo a la luz, interpretado en lecturas dramatizadas casi para arrancarlo de las garras del destino, y finalmente pese a la adversidad convertido en una película que nos llegó el pasado viernes con varias nominaciones a los premios de la Academia bajo su ala...sí, hoy hablamos de Los Odiosos 8.
El cazarrecompensas John Ruth intenta llevar a la criminal Daisy Domergue a Red Rock para que sea ejecutada en la horca pero en su camino debido a una gran ventisca se ve obligado a aceptar dos compañeros de viaje primero, el también cazarrecompensas Mayor Marquis Warren y el futuro Sheriff de Red Rock Chris Mannix, y a detenerse en un apartado albergue, la mercería de Minnie, donde conoce a un heterogéneo grupo de viajeros, después. Aislados por la nieve una sospecha empueza a tomar cuerpo en su cabeza: alguien de los que los rodean no es quien dice ser, y pretende liberar a Daisy en cuanto tenga la más mínima oportunidad.
Con los rimbombantes apelativos de octava película de Quentin Tarantino, un sonoro título (cuya musicalidad ha conservado prácticamente en la traducción al castellano) y una deliciosa banda sonora cuyos compases nos acompañana desde el mismo comienzo de la cinta Los odiosos ocho vuelve al universo que ya vimos en Django desencadenado y ligeramente esbozado en la segunda parte de Kill Bill para contarnos una historia de misterio con mucho de teatral que no deja de remitirnos continuamente a esos deliciosos crímenes ingleses de habitación cerrada (matiz obligatorio debido a una tremenda ventisca que cala incluso en el espectador y que, debido a la falta de pestillo obliga a los personajes a clavar literalmente la puerta).
Fragmentada en capítulos, algo no ajeno al universo tarantiniano, respetando prácticamente la regla de las tres unidades y permitiéndose esporádicamente romper la cuarta pared gracias a un esporádico narrador la película casi nos remite a ese primer Tarantino que nos encandiló con Reservoir dogs, película a la que quizás recuerda más estos Odiosos 8 (con algún plano eso sí que parece calcado de la masacre de la boda de Kill Bill), en la que se permite retomar algunos de sus recursos más queridos como el estilo de los diálogos y un sentido casi irreal de la violencia, o incluso guiños a los que nos iene acostumbrados como la presencia de los cigarrillos Red Apple.
Los odiosos ocho es una película rica en humor negro, en un oeste todavía más salvaje y fraticida que el que ya vimos en Django desencadenado, a través de unos personajes con más de una carta bajo la manga entre los que ya no encontramos ni héroes como Django ni damas por las que merece la pena sacrificarlo todo como Brunhilda (es más, el único personaje femenino protagonista, Daisy, mercedora de lástima tanto por el horrible destino que le espera como por las continuas agresiones de su captor, sin embargo se comporta durante toda la película como una auténtica serpiente de cascabel dispuesta a morder, y con tantas agallas o más, por decirlo de un modo fino, que el resto del elenco), rabiosamente interpretados por un reparto de antología, muchos antiguos amigos ya de la casa, que parecen estar en su salsa en sus roles de personejes duros e inmisedicordes, capaces de cualquier cosa por lograr sus objetivos.
Durísima pero no por ello menos divertida (en el sentido al que nos tiene acostumbrados ya Tarantino, ojo) Los odiosos ocho es una película de misterio de salón pero protagonizada por salvajee vaqueros que sabe atrapar con su premisa (hasta se le perdona alguna ligera incoherencia pero ojo, solo casi al final, que aquí no desvelaremos, pero que advertimos no será del gusto de todos los paladares) y mantener nuestro interés durante todo su metraje, con un ritmo brutal que solo pierde en contadísimas ocasiones (el resumen del secreto de Daisy), haciendo que su larga duración ( más de dos horas y media) nos resulte hasta corta, dejándonos el sabor amargo y picante de un western atípico pero con mucho cuerpo.
Buenos diálogos, grandes actuaciones y una banda sonora a la altura en una película que, pese a su nombre se hace querer.

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