La ración de platos fuertes se abrió con La marca del diablo.
Inenarrable cinta de ¿suspense? sobre una chica que busca a su hermana gemela y su aspirante a cuñado desaparecidos en un pueblo que no aparece en los mapas la película es todo un canto a la magia de la elipsis (pocas veces se ven desplazamientos tan rápidos ni escenas tan fugaces) con ecos de Mad Max de chichinabo, juegos de palabras del estilo Nilbog y alegres sectas satánicas que dan vueltas al desierto antorcha en ristre (y cuya ineficacia a la hora de capturar a los entrometidos protagonistas puede deberse a esa manía de pasearse con la capucha hasta la barbilla) Una obra de difícil visionado (sobre todo porque gran parte de los planos tienen lugar en medio de la noche en oscuridad casi total pudiendo solo verse los faros de los coches), de esas con sorpresa que nos sorprende al final que nos dejó una buena serie de incomprensibles pero trepidantes persecuiones, diálogos clásicos mal escritos (ojo a la invocación del maestro de la secta) y momentos de rancio erotismo y que abrió con fuerza una jornada en la que esta era probablemewnte la más satánica de las películas.
Tras el descanso de rigor llegó provente de la India Alma satánica.
Con una premisa heredera del slasher más clásico (una serie de terribles asesinatos cuyas vícitimas son unas universitarias aspirantes a Miss...aunque visto lo visto, con alguna con tales soplillos que podría montar su propia línea de vuelo low cost nos hace preguntarnos de que tipo de ceramen se trata) la película es toda una locura en la que el asesino, de corte sobrenatural (un alma en pena de esas cuya identidad solo se revela al final...siendo del 98 a pesar de su inclasificable acabado visual se puede postular un velado...o no tan velado, homenaje a su compatriota M. Night Shyamalan) es encarnado por un encapuchado con una máscara de plástico tan cutre que en el mercadillo te pagarían para que te la llevases. Con un sentido del ritmo inexistente su manía de introducir de sopetón escenas de cante (con una persona paseando lánguidamente y restregándose con paredes y muebles dificilmente hablaremos de número musical) ponen a prueba la paciencia del espectador más avezado, haciendo que más de uno la haya incluido en su lista negra). Pero eso sí, al final el amor triunfa. Algo es algo.
La siguiente en llegar a la pantalla era probablemente la más ¿comercial? Golpe bajo.
Carta de amor de Leo Fong para Leo Fong, un ¿cineasta? al que solo le faltaba maquillarse para interpretar el resto de los papeles de la cinta Eddie Murphy style, la película cuenta la historia de un curtido (y un tanto asquerosillo...escupir tanto no te hace más duro majo) detective privado que investiga la desaparición de una joven que en realidad ha ingresado en una secta que, en vez de ponerles a recoger judías para el líder, los pone a jugar con el azadón y que por no tener, no tiene ni para uniforme (eso sí en ocasiones se ponen una suerte de sábana). Toda una oda a la violencia mal entendida la cinta nos deja toda una serie de castañas y leches con la mano abierta con momentos tan destacables como aquel en el que el protagonista le revienta literalmente la cabeza a uno de los masillas sectarios o ese en el que consigue sacar a un par del coche como si de una lata de sardinas se tratase, usando una sierra en vez de abrelatas, pero eso sí con menos ritmo y bizarrez de lo que podríamos haber previsto en un principio, elementos que casi han dejado para los atuendos y caracterización de los personajes.
Y el postre (ya que por desgracia no pudimos ver la última, Patrick vive ancora) fue la canadiense Things (traducida como Cosas que pasan.
Reverso oscuro de La cabaña del bosque pero con un más que inquietante tono Lynchano, por llamarlo de algún modo, efectos especiales artesanales y un guión con la profundidad de un charco, la película se abre con una demoníaca escena en la que un hombre, deseoso de tener un hijo, pide ayuda a una enmascarada planchadora que casi al instante se lo entrega en una cunita, porque ya lo esperaba,,,...lo más normal dentro de una cinta con aguadas orgías etílicas, hormigas monstruosas restos humanos parlantes y mucho, pero que mucho más. Poco se puede explicar más de una cinta tras cuya proyección no volveremos a ser los mismos.
Y así con la mejor (¿o era la peor?) acabó la dosis de Monstrua por este año. Nos quedamos con la rabia de no haber podido ver la última...pero el año que viene, si esto empieza a dar dinero y alcanza para un taxi Monigotorium aguantará hasta el final...y es que de ilusión también se vive.
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