¿Qué ha sido de Leónidas? Ese vigoroso espartano, creador de tendencias (al menos en el mundo del cosplay), que creó un antes y un después en la carrera de un Gerard Butler que, con alguna excepción (y eso que en una película como El fantasma de la ópera de Joel Schumacher demostró que habría que tenerlo muy en cuenta en el campo del musical, que no solo de Hughs Jackmans vive el hombre) parece haberse consagrado al terreno del cine de acción puro y duro como demuestra, una vez más, Objetivo: Washington D.C.
Tercera parte de una saga que podríamos bautizar como Objetivo (Objetivo: la casa blanca y Objetivo: Londres. Creativas traducciones de las originales Olympus has fallen, London has fallen y Angel has fallen) Objetivo: Washington D.C es una de esas películas que para disfrutarlas no es preciso haber visto las entregas anteriores, a pesar de conservar género y protagonistas.
Cinta de acción pura y dura la trama tira del tema del falso culpable, poniéndonos en una sintonía con algunos referentes muy actuales (por no faltar no falta ni ese villano que habla de hacer de América algo otra vez...) para contar como tras un atentado fallido contra el presidente que deja a este en coma nuestro héroe es acusado de ser instigador del mismo en alianza con las fuerzas rusas y perseguido tanto por sus antiguos aliados como por los verdaderos perpetradores del ataque que pretenden impedir que este se vaya de la lengua. Con escenas tan originales como la del ataque con drones contra el presidente, encarnado por Morgan Freeman (papel que ya ha encarnado en otras cintas como Deep impact y al que como siempre consigue aportar una presencia única) la película apuesta por terrenos ya conocidos, con abundantes explosiones y diálogos salidos del manual del buen tipo duro del cine de acción, con alguna incongruencia de esas que harían enrojecer a un caminonero incluída.
Objetivo: Washington D.C es una película simpática, sin excesiva originalidad pero con personajes carismáticos, aun en su nuevo rol de viejos dinosaurios con dientes todavía para morder (ojo, que aunque Butler roce la cincuentena los diálogos suenan a proyecto de prejubilación), y un guión cuyo trazado adivinamos desde el primer momento.
Una película para amantes del cine de tiros, de buenos y malos, entre los que sobresale que es ese Nick Nolte como antiguo soldado al que en su día se le fue la cabeza pero al que solo conseguirán arrebatarle el arma de sus manos frías y muertas (y que nos regala un toque de humor en una escena intercréditos que no hay que perderse), de persecuciones y espectaculares explosiones. Puede que pierda un poco de ritmo hasta el momento en que el personaje de Butler descubre realmente quien le ha metido realmente el problema en que se haya y empieza su proceso de limpieza de nombre-venganza, pero una vez encauzada consigue regalarnos un buen rato de entretenimiento al viejo estilo, el mismo que disfrutarían, de ser espectadores, sus propios protagonistas.
Objetivo: Washington D.C. llega a los cines el 31 de agosto.
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