Aunque no es mi costumbre esta película llega con manual de instrucciones...o más bien instrucción. Por su mejor disfrute de la misma recomiendo encarecidamente disfrutar de Bel canto en versión original. Aunque me considero una gran amante del mundillo del doblaje y para mí Clint Eastwood siempre sonará a Constantino Romero esta cinta, cuyo argumento gira en torno a un grupo revolucionario que toma como rehenes a un grupo de personalidades y empresarios durante un recital de ópera y en la que tiene gran peso un personaje que es intérprete, es, independientemente de la calidad de las actuaciones, una película de esas que puede perder gran parte de su ritmo al tratarse de una auténtica torre de Babel cinematográfica (castellano, japonés, inglés e incluso alguna parte en francés, ruso y una lengua indígena que no he podido identificar). Ignoro que soluciones se habrán adoptado ante la versión doblada, pero que nadie diga que no va advertido.
Curioso drama con aroma a síndrome de Estocolmo el film tiene un arranque que es pura carne de thriller, y que consigue tomar al espectador también por sorpresa, cuando un grupo de guerrilleros armados solicita ante los atónitos asistentes al recital privado de una diva de la ópera la presencia del presidente de un país sudamericano (cuyo nombre desconocemos pero con el que no dejamos de enocontrar similitudes con alguno conocido), y que, tras descubrir que este no ha acudido, decidirá tomar al resto de invitados como rehenes.
Sin embargo esta no es una cinta de acción. No asistiremos a un vibrante juego de negociaciones, ni a como alguno de los presentes intenta convertirse en el héroe de la función sino como poco a poco el secuestro se va transformando en una nueva cotidianeidad, a la par que crecen los sentimientos crecen entre la cantante encarnada por Julianne Moore y el empresario al que da vida Ken Watanabe, así como entre el intérprete de este y una de las rebeldes, Carmen (pareja que en muchos momentos consigue además robar protagonismo a las cabezas de cartel).
Una irreal utopía de convivencia entre verdugos y víctimas obligados a permanecer en el mismo entorno que aleja poco a poco el carácter amenazante con que arranca la historia para comenzar a andar en terrenos propios del drama sentimental, casi como una suerte de extraño reboot de El ángel exterminador en el que asistimos a escenas tan curiosas y surrealistas como las de las guerrilleras probando los cosméticos y las joyas de la señora de la mansión o la de un grupo de rebeldes jugando a nadar en una piscina seca.
Bel canto cuenta con un buen plantel de actores. Una siempre correcta Julianne Moore que aguanta el tipo hasta en las escenas de playback y un secundario habitual, que se agradece adquiera aquí un papel de más peso, Ken Watanabe, a los que se unen un gran grupo de secundarios entre los que sorprende descubrir a Christopher Lambert, que consiguen dotar de cierto realismo a una trama que a ratos ronda el absurdo pero a la que salvan en cierto modo unos personajes que con sus pequeños matices logran conectar con el espectador.
Basada en la novela homónima de Ann Patchett Bel canto no es quizás la propuesta adecuada, a pesar de su premisa inicial, para los fans de la acción, ni para los amantes de la lírica, pero sí para aquellos que disfrutan de los dramas románticos algo inusuales.
Bel canto llega a las pantallas españolas el 22 de marzo.
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