Legos del Monigotorium

jueves, 15 de diciembre de 2016

CON NOVEDAD EN EL FRENTE

Como aficionada a los libros de historia (rarezas que tiene una) siempre me ha sorprendido que en la mayoría de las tiendas no especializadas siempre parece haber tres bloques o, si tenemos en cuenta que la parte de Historia de España suele estar aparte, cuatro : Edad Antigua, II Guerra Mundial y el resto en medio casi mezclado a modo de batiburrillo. Y por supuesto la parte más amplia es la dedicada al conflicto bélico de 1939 a 1945... y por supuesto tal éxito se transmite al cine, con muchas historias reales para contar. Es el caso de Hasta el último hombre.
 Desmond Doss comprendió desde muy niño el mal que engendra la violencia y cuando, ya adulto, se presentó voluntario para tomar parte en la II Guerra Mundial lo hizo como objetor de conciencia para colaborar en el cuerpo médico y sin intención alguna de tocar un arma, lo que le acarreó numerosos problemas durante su formación militar. Pero una vez en el frente, de un modo casi milagroso salvó las vidas de numerosos compañeros en el campo de batalla. Esta es su historia.
Hablar de una cinta como Hasta el último hombre es hablar de una película lena de paradojas. Basándose en un episodio histórico real, de modo que ya en los títulos de crédito podremos ver fotos y testimonios de los auténticos protagonistas, Mel Gibson abandona los alardes histórico -filológicos que tanta tinta hicieron correr en su momento, para ontarnos la historia de un pacifista hasta límites extremos pero con una conciencia moral que le impulsa a enrolarse en el ejército y que, sin disparar un arma, logra una de las mayores hazañas de la II Guerra Mundial.
Así podemos encontrar un llamativo díptico que va a conformar una trama que volviéndose más apasionante a medida avanza su metraje. Por un lado una primera parte en la que conoceremos al protagonista y las motivaciones que le llevan a emprendar su particular odisea, un arranque de estética tremendamente clásica y corte casi romántico, con algunas pinceladas de humor, un arranque que si bien constituye una adecuada introducción de su segunda parte choca tanto a nivel formal como argumental con su desgarradora segunda parte.
Y es en esta segunda parte donde la película saca a relucir todo su potencial, co una iolencia extrema que no desmerece de las anteriores propustas de Gibson pero también con una imcreíble poéica de la violencia (algo que irónicamente podría chocar con el mensaje pacifista y cristiano de la cinta) y un magnífico sentido del titmo que revela con toda su crudeza la barbarie del campo de batalla. Un auténtico festival de escenas magníficamente rodadas que logran poner en vilo al espectador más avezado de un modo que nos remite al impacto que causan los primeros minutos de la ya clásica Salvar al Soldado Ryan.
Hasta el último hombre es una película que, a pesar de una primera hora que casi se nos antoja un titubeo, a pesar de su eficaz presentación dramática, demuestra en su segundo arco que no se puede sacar al Gibson del director, un autor que no renuncia a algunas imágenes de tinres casi "mesiánicos" (y no me refiero a las referencias religiosas, un tema casi obligado al tratar al que es un personaje real de profundas convicciones sino a la hora de presentar escenas como ese descenso del alcantilado que es casi una antiascensión a los cielos) pero que demuestra que su fuerte es la cuidada presentación de la violencia más extrema, dejándonos un implecable film bélico de fondo clásico y forma revolucionaria, una película que deja un poso duradero en un espectador que, tras un arranque que le ha hecho dudar, ha acabado encontrándose con una hostoria y una película memorables.
Sorprendente film bélico de imágenes tan perturbadoras como hermosas Hasta el último hombre es una película para fans del género en particular y del buen cine en general, merced a un director que sigue siendo fiel a sí mismo.

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