Buscar piso siempre ha sido una de las grandes odiseas del ser humano, desde que allá en los albores de la civilización pensó que si echaba al bicho de turno que moraba en ella no sería muy mala idea eso de ocupar una cueva. Esos terrenos cinematográficos que tanto nos gustan no son una excepción, dejándonos toda una pléyade de vecinos molestos, aspirantes a okupas más o menos temporal y por supuesto toda una ristra de casas que se caen a pedazos, tiemblan con el paso de tren o ya directamente están invadidas por fantasmas...pero es que ni siquiera las casas con encanto se libran de los problemas...el último ejemplo nos llega bajo el nombre de Ático sin ascensor.
Ruth y Álex llevan más de 40 años viviendo en su ático de Nueva York, pero ante el esfuerzo que supone subir y bajar cada día sus cinco pisos sin ascensor y animados por la familia deciden ponerlo en venta. Problemas como la búsqueda de un nuevo hogar y la posible devaluación de su precio debido a una amenaza terroristan aprecerán en su camino pero sobre todo serán la nostalgia y los recuerdos de todo una vida lo que les harán replantearse si están haciendo lo correcto.
Ático sin ascensor es un amable drama con toques cómicos que nos presenta un mundo y escenas cotidianos bajo un prisma melancólico, con una historia de personajes con cierto aire teatral.
Con un reparto encabezado por los siempre excelentes Morgan Freeman (que además nos regala su asombrosa voz como narrador en numerosos momentos de la cinta) y Diane Keaton, ambos con una chispa y vitalidad envidiables en la que es le historia de dos personajes en el otoño de su vidas (casi más juveniles que el tercer personaje en discordia, la sobrina que intenta ayudarles a vender el piso y a la que con 30 años menos le cuesta el doble subir los escalones) la película nos conduce a un terreno familiar que no parece incidir en graves conflictos (la venta es una decisioón propia, no forzada por ningún problema económico o similar) pero que abrirá todo un reguero de recuerdos.
Serán estos principalmente los que compongan la parte dramática de un film pródigo en diálogos divertidos y personajes surrealistas (la mujer que escribe un libro sobre los pisos en venta, la que prueba las camas de todas las casas que visita...) y simpáticos (la niña que se hace amiga del personajde de Freeman).
Y es que en esta ciudad de Nueva York, para la que esta película es casi una nueva carta de amor (el diálogo del principio con el dueño del bar) que se permite ocasionalmente una conocida postal (Ese banco con el puente al fondo), los recuerdos de toda una vida en común en la misma casa abren la puerta de un pasado en el que una pareja interracial como la de los protagonistas no era bien aceptada pot todos (ni siquiera por la propia familia) y en el que los sueños no se hacían realidad como vendía el american way of life ( la lucha de Álex por despuntar como artista y otro de carácter más íntimo que aquí no desvelaremos), pero ante los que la pareja protagonista supieron sobreponerse con buen humor y apoyándose el uno en el otro.
Ático sin ascensor es una película vitalista y romántica, con toda una serie de subtramas que contribuyen a dar matices a una historia principal (la enfermedad de la perra, que también abre el recuerdo entre amargo y feliz de como llegó a sus vidas, la trama del trerrorista que pasa de anecdótica a fundamental en el desenlace...), la de Álex y Ruth, para los que el asunto de la venta del piso es un mero mcguffin para contarnos la historia de amor de dos persoanjes carismáticos que parecen encontrarse más que al final en el principio de una nueva vida, independiemente de donde esta tenga lugar.
Si bien su ritmo puede parecernos más o menos irregular y la historia recordarnos a otras que ya hemos visto Ático sin ascensor es una película con unos protagonistas de lujo y unos diálogos chispeantes, de esas que nos regalan una hora y pico entretenida y nos hacen salir con una ligera sonrisa comprensiva.
Dulce dramedia de pareja, Ático sin ascensor se estrena el 4 de septiembre.
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