En un mundo tan globalizado que día sí, día también, el telediario nos inunda con noticias acerca de nuevas enfermedades (generalmente para mal, aunque hay algún día en que también nos hablan de nuevos descubrimientos y remedios) es fácil que esto se incorpore al séptimo arte. Si bien rápidamente nos vienen a la mente decimonónicas damiselas aquejadas por tisis y similar, irreales plagas que diezman la especie humana y dramas con un fuerte carga real como la oscarizada Philadelphia hay veces que la auténtica realidad de estos dramas que nos afectan a todos nos golpean con fuerza, como es el caso de la película de hoy...hoy hablamos de E agora? (por favor no confundir con la de Amenábar.
El cineasta Joaquin Pinto, enfermo de VIH, agravado además por la hepatitis C que padece, decide durante un año probar un tratamiento experimental. Entre sus continuos viajes a Madrid, inyecciones y prueba de calmantes que le alivien el horrible dolor, nos contará como afronta el día a día junto a su marido Nuno, trabajndo en su granja, cuidando de sus adorados perros, rememorando su pasado en el mundo del cine y haciéndose preguntas cada vez más profundas sobre la vida, los predecesores del homo sapiens o el mismo Dios.
E agora? es una película que aborda un espinoso tema de primera mano, en forma de lo que podríamos calificar de videodiario, pero que sabe aunar la realidad más íntima (de la enfermedad al sexo) con fuertes dosis de poesía y hermosas imágenes, permitiéndose incluso al final apostar por elementos de un género tan opuesto como es la animación), así como contarla en paralelo a las propias obsesiones del autor.
Así nos encontramos con una película que si bien aborda con una fuerte carga crítica temas como la religión o la política (introduciendo en paralelo a su ptopio drama personal fragmentos de noticiarios o bien haciendo referencias a su ptopio pasado como la mención a sus amigos vietnamitas durante sus estudios en Alemania) también sabe dejarse llevar por la poética de un pasado artístico (entrañable el recuerdo de su primera película en la filmoteca portuguesa), de su amor por su pareja y sus perros (de los que habla como si fueran personas, como en la escena en que cuenta la obsesión de uno de ellos, Rufus, por un perro...de peluche) o de las sorpresas que le da su propia curiosidad intelectual (la visita a la Biblioteca Nacional para examinar un incunable increíblñemente moderno).
Y ahí es donde cobra gran peso el papel de la naturaleza, omnipresente en todo momento, y no sólo por el trabajo que desarrolla la pareja en su granja, sino por la inclusión de primeros planos, que salpican toda la película, de animales autóctonos de pequeño tamaño, en todas sus facetas, desde la babosa con la que se abre la cinta a la araña en su tela, la avispa agonizante o el gorrión, y que fragmentan las dispares escenas de la película,contribuyendo, especialmente en aquellos momentos en que abordan temas de materia religiosa, a dar un eire panteísta a toda la cinta, a crear un fuerte nexo entre la vida y una naturaleza que se revela omnipresente y un refugio para dos personas en una situación límite.
Rodada con un ritmo pausado y unos diálogos entre la montonía y la profundidad, en ocasiones repetidos literalmente, la película sabe abordar el difícil tránsito de la enfermedad, intentando suscitar en el espectadosr las mismas sensaciones que provoca un tratamiento que si bien parece abrir auna puerta, al ser experimental tampoco garantiza un resultado firme y que mina el cuerpo y el alma del paciente. No hablamos de un film optimista sino casi de un testimonio viral, de un análisis de la existencia humana por parte de un hombre que sabe dejar huella, mostrándonos las luces y las sombras de una enfermedad terrible.
Un desgarrador testimonio con altas cotas de poesía. La película podrá verse en la Cineteca de Madrid (Paseo de la Chopera 14 a partir del viernes 17 de Abril. Más información en http://www.cinetecamadrid.com/
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