El punto de partida es básicamente el de siempre: niña mona con corazón de oro queda huérfana de padre, niña mona es martirizada por su madrastra y hermanastras, niña mona va al baile de rigor con la inestimable ayuda de su hada madrina, niña mona no cuida el vestuario y se olvida un zapato (eso por ir corriendo con tacones) y al final y a pesar de los esfuerzos de su familia, los tortolitos se enamoran, ella se prueba el zapato, son felices y comen perdices (o eso suponemos...a ver si al final va a resultar que son veganos). En el fondo es la misma historia que ha hecho soñar a niños de todo el mundo, y que pudimos disfrutar en la maravillosa versión animada de 1950. Sin embargo en esta ocasión quieren añadir un ligero matiz de originalidad o pretendida madurez alargando el primer arco de la historia algo innecesariamente, presentando a la gran olvidada, la madre de la artis...digo de la protagonista, que a sus años todavía cree en las hadas madrinas, y al amoroso padre del que conoceremos las razones de su boda con la futura madrastra, añadiendo elementos de otro cuento (eso de pedir cada una un regalo, y la buena de la función una curisidad botánica era de La bella y la bestia, señores míos). También le sumará una breve escena en la que los dos enamorados se conocen antes del baile (debe ser que es más adulto que se anamoren si se han visto dos veces en vez de una, claro es el doble...pero eso ya lo hizo La bella durmiente animada hace más de medio siglo y con mejor fortuna).
Los cambios sin ser profundos también tienen huella en los personajes, queriendo dotar a la heroina de ciertas simpatías ecologistas (no le basta con cuidar y querer a todos los animales de la granja sino que además conoce al príncipe cuando intenta evitar que este cace un ciervo), planteando cierta humildad del príncipe (es un simple aprendiz...de Rey, toma castaña) o dando un matiz trágico al padre del chico, que viendo como su muerte se aproxima se preocupa por el futuro de su hijo (el siempre excelente Derek Jacobi). Pero la que sale ganando es la mala malísima, una increíble Cate Blanchett que sabe ser terriblemente inquietante y terriblemente humana, como podemos ver en la escena en que observa como su marido se sincera con la futura Cenicienta o cuando le explica su plan en el ático (eso sí, de traca que la madrastra tenga ínfulas políticas...sólo le falta presentarse a unas primarias), y que, a pesar de la horrible risa de que dota al personaje, sube varios puntos el nivel de l a cinta cada vez que aparece en escena.
Esta nueva Cenicienta es una película que se apropia de muchos elementos de la original de animación, si bien para nuestra suerte no cantan (que ya nos han dejado el vasito colmado con el corto que se proyecta antes de cada sesión como comentaremos después), como los ratoncitos (que aquí emien un extraño murmullo que sólo Ceniciente comprende), un (desaprovechado) gato Lucifer, la siniestra concepción de un ático que casi parece más un campanario, las campanillas para llamar a la criada, la elección de colores (rosa para el primer traje cosido por la protagonista, azul para el modelazo creado por el hada madrina, que ucho defiende el azul pero se viste de blanco) o algunos elementos de la caracterización de las hermansstras (esa interpretación musical de las que hacen llover), pero que no mantiene la magia a la que nos tenía acostumbrados sus clásicos animados hasta mediados de los 90 (¿como es osible que sea más ñoña una película de imagen real de ayer mismo que una cinta animada que sobrepasa los 60 años?. Se aceptan teorías). Eso sí, envolviendo todo cou unos apabullantes vestuario y decorados extramdamente recargados tanto en elementos como en color (para admirar el vestido casi hay que ponerse gafas de sol) y que fusiona sin ton ni son elementos de épocas muy distintas (del XVI, como algunos trajes de los soldados, a pleno siglo XX, el vestuario de la madrastra...pasando por gorgueras, miriñaques, uniformes de corte napoleónico y otras lindezas en absoluto coetáneas...), con un horror vacui que hace honor sobre todo a la primera parte del término.
Se trata de una película que si bien tiene aciertos (la transformación de los animales en caballos y criados...nos quedamos con los lagartos) mantiene un ritmo irregular y convierte elementos pretendidamnte mágicos en totalmente absurdos (las campanadas eternas...con lo que duran le daba tiempo hasta de volver andando y sin prisas, esos bailes que parece que mandan la invitación con las instrucciones para la coreografía o esa opción por lo politicamente correcto que nos hace encontrar un noble afroamericano en una corte del ¿XVIII?...claro que si en Thor, del mismo director, también había dioses nórdicos afroamericanos pues...) dando un resultado excesivamente edulcorado y relamido (el punto álgido el jardincito con columpio, que sólo el príncipe conoce pero está perfectamente cuidado y regado, será también obra de hadas) que nos hace añorar los trabajos shakesperianos de su director, Kenneth Branagh, como su excelente Hamlet, también historia clásica con derroche en la dirección artística pero con muy distintos resultados, haciendo que, si recordamos la carrera actoral de este, esta Cenicienta quede a la par de su villano de la ya, por fortuna casi olvidada, Wild Wild West. Una lástima.
Una nueva visión de un cuento clásico para contarnos lo de siempre pero mal...mejor recuperar el dvd de la versión animada. Tiemblo pensando en que harían con Barbazul...
Pero esto no fue lo único...antes de la proyección de Cenicienta se puede ver el último corto de Disney, Frozen Fever, breve secuela de la oscarizada Frozen
Recuperando todos los personajes de la película original el corto nos lleva a la celebración del cumpleaños de Anna organizada por su hermana Elsa, irónicamente aquejada por un resfriado (si la reina de las nieves se resfría es como si el diablo tuviese sofocos) en el que, con cada estornudo, surge un grupo de traviesos y diminutos muñecos de nieve con inauditas consecuencias.
La historia nos da lo de siempre y más: animación impecable, gran diseño de personajes, un buen puñado de gags visuales (el mejor la reescritura del letrero de felicitación por un personaje...que no sabe leer) y, como nos temíamos una canción que dura sus tres cuartas partes (y en la duración incluimos los títulos de crédito). Si la aguantan nos queda una historia intrascendente pero divertida perfectamente ejecutada.
Y con esto les dejamos hasta la semana que viene..que tengáis buenas vacaciones de Semana Santa, volveremos con más.
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