Aunque siempre se haya dicho "la casa de un hombre es su castillo" (y de la mujer que estamos en el siglo XXI...claro que la frase perdería sonoridad) un hogar, y más si es grande, es uno de los mejores escenarios para una pesadilla. Para regalarnos una nueva llega con escueto pero adecuado título "La casa" una cinta de animación de estilo stop motion que nos presenta tres inquietantes historias.
Como sucede en casi todas las películas de episodios estamos ante una obra irregular cuyo único nexo común es la edificación en la que se desarrollan. Su primera parte es una impecable carta de presentación con aroma gótico en la que una familia acepta mudarse a una nueva y flamante mansión con la condición de que abandone su antigua vivienda sin llevarse nada. Protagonizada por unas sencillas pero inquietantes figuras a partir de la segunda sus personajes pasarán a ser animales antropomorfos, cediendo el protagonismo a un ratón promotor inmobiliario en la siguiente y a una gata casera (en el sentido que alquila habitaciones a inquilinos) en la tercera. Dos historias que conservan una ligera inquietante pero de tono muy distinto, llegando a abrir esta última una pequeña puerta a la esperanza.
Tres relatos impecablemente animados (aspectos como el modo de presentar el fuego o las escenas con niebla resultan tan creativos como fascinantes) que consiguen resultar desasosegantes, con pinceladas de humor negro y unas tramas que casi nos remiten al terreno de la fábula, incluso en aquella que se desarrolla en el presente. "La casa" es una propuesta que ningún fan de la buena animación debería perderse, con un cuidado acabado visual que la aleja de películas más convencionales y un argumento en más de una ocasión perturbador. Porque por desgracias muchos todavía olvidan la animación no es solo terreno abonado para niños: por suerte "La casa" no es uno de ellos.
"La casa" puede verse ya en Netflix